jueves, 9 de abril de 2009
Condenados a no tener silencio
I
Están condenados a arrastrarse,
a consentir y apreciar las cadenas,
a perder la posibilidad de silencio y soledad .
La calzada de piedras en medio del bosque
deja paso a la piel del nuevo tiempo,
desiste de permanecer atada con gasa
a este dolor desabrigado del cuerpo.
II
El traidor fue sentenciado
por malcreer que vendría el viento
por maldecir el malcontento,
de este pueblo moribundo,
que esta perdiendo la batalla del agua y del aire
por dejar partir la nave del futuro
aferrándose al muelle
del pasado.
III
La condena persiste,
siempre será un pueblo en busca de profeta,
que busca en el bosque nuboso
ofuscado, la llave de la puerta,
mientras la vieja bahía se hace mar muerto,
sin peces, sin estrellas,
muertes en desigual combate con la luz artificial
de cada noche.
Te busco, pueblo mío en esta tarde
en los escombros de la vieja sociedad,
y no encuentro lugar de paso,
ni túnel, ni puente hacia ti..
IV
Siento mi piel helada,
se acerca el fin.
Afirmo que se desplaza la existencia,
cuando queda atrás la piel vetusta,
de serpiente en medio de la selva
porque permanece el enigma
del fin del tiempo humano,
el descontento queda hecho escamas de cascabel,
el veneno permanece en la glándula,
como permanece la semilla en el desierto
y por eso persiste la esperanza
de la insurrección,
como la arena que borra las pisadas,
cuando llueve en el desierto
a pesar de todos los designios.
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